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{ jueves, octubre 14 }

El teñidor industrial

    En París, bajo un cielo bajo y sin arañas (donde araña es metáfora de metáfora), guardada en el Museo de Pesos y Medidas, reside la medida estándar de la poesía. Mide la poeticidad en general. No tiene una unidad en la que expresarse todavía: los científicos discuten entre el petrarco o la musa, el inspirón, la lira.
    Resultará utilísimo para la Ciencia el dotarnos de capacidad para medir un poema en decimusas, o un libro en hectopetrarcos. Las editoriales podrán fijar umbrales de publicación en inspirones, y establecer luego el precio de los libros según su poeticidad.
    Las escuelas de poetas podrán examinar con rigor a su alumnado, y por fin habrá algo de objetividad en los premios literarios. Este proceso de cientifización de la poesía estará estrechamente animado por las Reales Academias de la Lengua, y culminará en la obtención de un método sistemático de generación y evaluación de versos. Gracias a ello, y entre otras cosas, se podrá revisar exhaustivamente la bibliografía para catalogar y reclasificar los libros según estos criterios científicos. El ránking de todos los poemas escritos en castellano.